Alta fidelidad: una afición minoritaria que delata el calado de nuestro acervo musical

Alta fidelidad: una afición minoritaria que delata el calado de nuestro acervo musical
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En Inglaterra, Francia, Alemania, Italia o Japón la alta fidelidad es una afición relativamente común. De hecho, basta darse una vuelta por cualquier tienda en la que vendan prensa en cualquiera de estos países para percatarse de que todos ellos tienen un número jugoso de revistas dedicadas a esta afición bien consolidadas a pesar de la actual crisis que está asolando a las publicaciones en papel, lo que demuestra indiscutiblemente que son rentables.

En España la situación es muy diferente. La alta fidelidad es una afición absolutamente minoritaria, algo que no parece ser coherente con el hecho de que haya tantas personas que confiesan sin tapujos que les gusta la música. De hecho, los promotores de las escasísimas ferias dedicadas a la Hi-Fi las pasan «canutas» para poner en marcha estos eventos. Pero lo más curioso es que su preponderancia varía sensiblemente de unas comunidades autónomas a otras.

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La clave: la tradición cultural

Afortunadamente, hay audiófilos en todas las comunidades españolas. Pero en la Comunidad Valenciana y Cataluña son más numerosos. Al menos, esa es mi impresión, afianzada en muchos años de contacto con otros audiófilos desde Madrid, la ciudad en la que resido. Estoy convencido de que a los valencianos y catalanes no les gusta, en general, más la música que a los vallisoletanos, cordobeses o navarros. En mi opinión, la única explicación de este hecho tiene que ver con la tradición y la cultura musical.

En las dos comunidades autónomas que he mencionado existe una tradición musical más arraigada que en las demás autonomías españolas, al menos que en la mayor parte de ellas, lo que provoca que buena parte de los niños reciba una formación musical sólida que acaba fraguando bajo la forma de bandas musicales locales y otras formaciones, cuando no directamente en una carrera musical en un conservatorio.

La relación que existe entre la cultura musical y la necesidad de disfrutar la música en el hogar con la máxima capacidad emotiva posible, que es la finalidad última de la alta fidelidad, es indiscutible. Hay quien se escuda defendiendo que un buen equipo de música es exageradamente caro, pero no es cierto. Los hay muy caros, por supuesto, pero también hay equipos con un sonido de «primera división» y un precio muy razonable. El dinero no es el problema. El quid de la cuestión reside en las prioridades de cada uno. Sencillamente. No nos vendría pero que nada mal que los responsables del área de cultura de los organismos oficiales reflexionasen acerca de este asunto.

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